viernes, 17 de diciembre de 2010

LAILA

CAPÍTULO 2

Los primeros rayos de sol, asomando por las rendijas de la persiana, sorprendieron a Alberto masturbándose. Había soñado con Laila y se había despertado con una enorme erección, normalmente hubiera ignorado a su pene pero lo había rozado con su mano sin querer y éste había reaccionado al estímulo. Era extraño, había perdido las ganas de cualquier actividad sexual desde hacía ya incontables meses pero el caso es que ahí estaba. Desplazaba su mano a intervalos regulares y cada vez más rápidos motivado por el placer que le ocasionaba. Excitado, llegó un momento en el que no pudo frenar sus impulsos y comenzó a actuar por convulsiones instintivas y orgásmicas. Su rostro se desencajó al tiempo que un sentimiento de tristeza le invadió. Cuando, en el climax, el semen salió expulsado sintió como si un millón de agujas salieran de su prepucio. Tras el éxtasis se sintió sucio, solo y desgraciado. Sudando pero relajado acabó por volverse a dormir.


Leonor estaba en el comedor sirviendo el desayuno a todos cuando él llegó a la cocina. Se sirvió un vaso de leche y en ese preciso momento entró ella. Jovial, con una goma sujetando su larga cabellera morena en una coleta. Nadie diría que habían tenido el día anterior aquella conversación.


  • ¿Quieres que te traiga una magdalena, una ensaimada, un croissant, galletas...?

  • Una ensaimada, por favor.- Alberto aun le daba vueltas al dolor que había sentido. No había sido físico...


Leonor salió al comedor por la puerta de la izquierda y los presentes levantaron la cabeza.


  • ¿Se ha levantado ya Berto?- preguntó Marcos

  • Sí, está en la cocina- dijo agarrando una ensaimada.

  • Dile que salga, hombre.- pidió la única rubia del grupo.

  • Ya le conocéis... es muy suyo con la gente y en general.

  • ¡Pero somos nosotros!- exclamó Javier


Leonor le respondió con una agradable sonrisa a modo de disculpa y se volvió hacia la cocina apretándose el cinturón del batín. Alberto tenía en su mano derecha el vaso de leche y lo miraba mientras pensaba en algo.


  • Estás ensimismado- dijo besando sus labios de pronto.

  • Ey- dijo volviendo al mundo real y ubicándose de nuevo.

  • Aquí tienes: la ensaimada.- Alberto volvió a llenarse el vaso de leche.

  • Gracias- dijo esbozando una triste pero bonita sonrisa.

  • ¿Qué te parece si...?- sugirió ella desatando su batín marrón muy sensualmente.

  • Leonoooor...- dijo en tono risueño recriminatoriamente para no ser brusco.

  • Jooo- imitó la queja de una alegre niña pequeña. Alberto recordó la sensación anterior y le invadió la tristeza.

  • Voy a vestirme- dijo tras acabar su desayuno- dile a los chicos que hoy iremos a un sitio donde ponen buena música.

  • ¡Si! les encantará escucharte y pasar un rato contigo. Nos vamos en pocos días... me gustaría que tú y yo aprovecháramos mejor las vacaciones...- volvió a insinuarse- no he dormido en tu cama, en mi habitación hace mucho frío...

  • La verdad es que mi casa es muy fría, me gustaría volver a DORMIR contigo- ella esbozó una amplia sonrisa que amortiguó por momentos la pena de él.

  • No quiero volver a trabajar...- se deprimió de pronto ella.

  • ¡Va, anímate! El proyecto lo sacaremos adelante- la cocina estaba iluminada con una luz blanquecina que palidecía la cara de él. Eso dificultaba la credibilidad de su mensaje de ánimo: pero ella se esforzó por alegrarse por él.


Cuando él dio media vuelta, Leonor le dio una palmada en el culo. ¿Por qué tenía que sentirse Alberto mal? Laila le había dejado de repente y sin motivo aparente, no sabía nada de ella desde hacía vete a saber cuanto... había perdido la noción del tiempo. Sabía que estaba bien, rehaciendo su vida o al menos intentándolo... ¡con otro! Que no le hacía feliz, que simplemente era guapo pero que no le aportaba ni una cuarta parte de lo que él le había dado y daba. Y sin embargo... sentía que el hecho de que Leonor le tocara el culo o de que pensara en aquella fantástica mujer sexualmente era serle infiel. Tenía claro que sólo amaba a Laila pero ¿por qué tenía que castigarse así reprimiendo sus instintos con todas si ahora estaba solo? Le estaba doliendo su amor, y no podía odiar a Laila. Para colmo estaba dañando a una chica que le quería, le encantaría darle a Leonor lo que ella quería... Leonor era guapa y se entendían muy bien, era una chica que cualquier hombre desearía tener entre sus brazos, pero no le llenaba como lo había hecho Laila, Laila era tan... ¡Laila era única y nadie podía igualarla: si no estaba con ella no estaría con nadie! El problema era que Laila se había llevado su esencia, su vida, sus fuerzas, todo...


Los cinco se encontraron en la puerta de la casa al rato. Leonor llevaba un zumo recién hecho para Alberto. Marcos portaba una mochila cargada de cosas. Amanda contaba el dinero que le quedaba para poder gastar y Javier se había vestido con un chándal por primera vez en su vida.


  • ¿Preparados grumetes?- dijo guiñándoles un ojo Alberto.

  • Sí, pero bébete el zumo que te vendrá bien para el resfriado.- añadió Leonor.

  • Ay, déjale que ya es mayorcito- soltó socarrona Amanda. Todos sospechaban de una posible relación siendo tan amigos.


Uno por uno fueron saliendo de la casa, siendo el último Alberto con las llaves en la mano.

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