domingo, 21 de agosto de 2011

El origen del planeta de los simios

Y ya van dos agostos. El agosto de 2010, el cine dio a luz 'Origen' (la, para mi, mejor película del año pasado), este año me atrevo a aventurar ya que 'El origen del planeta de los simios' no tendrá rival en los siguientes cuatro meses que quedan para que finalice el 2011. Agosto tiene algo, aparte del calor y mi cumpleaños, que favorece al celuloide.

Siempre que se anuncia una precuela me surge la misma duda: ¿para qué?; ¿para qué contar los orígenes de algo que, a priori, no tiene necesidad alguna de que nos sea revelado?; ¿por qué acabar con el misterio o con la posibilidad de dejar volar la imaginación del espectador?

La respuesta es sencilla y casi siempre es la misma: por dinero. Cuando el remake o las secuelas ya no dan más de sí, se tira de precuela y vuelta a empezar. Por eso, cuando se anunció la precuela del clásico de Heston, la mayoría no tenía muchas expectativas puestas en el proyecto, menos aún después del estropicio perpetrado por Tim Burton diez años antes.

Si alguno se preguntaba cómo llegaron los simios a dominar la Tierra y a esclavizar a los humanos, aquí tiene la respuesta.

Y como no podía ser de otra forma, el culpable (indirecto) de todo es un humano que responde al nombre de Will Rodman. En su favor hay que decir que su causa es de lo más noble, y que en ningún caso estamos ante el típico científico que juega a ser Dios sino ante uno que intenta encontrar la cura a una enfermedad que le toca muy de cerca.

La película se toma su tiempo en presentarnos paso a paso la evolución de César, de modo que logremos empatizar con el simio y entendamos mejor el por qué de su rebeldía. Le vemos por primera vez cuando no es más que un bebé, y poco a poco asistimos a su crecimiento, tanto físico como intelectual. Y en este punto hay que destacar la destreza de Rupert Wyatt, director con una escasa trayectoria cinematográfica, a la hora de narrar el transcurso de los años de forma rápida pero certera.

¿Cómo pueden ‘cuatro’ monos dominar a toda la humanidad?. Pues hay una explicación, y muy bien escogida e hilvanada dentro de la trama. Además, ésta queda perfectamente representada durante el inicio de los créditos finales, lo que demuestra que la sutileza y la economía de minutos y medios es un arma muy poderosa para un director que sabe cómo utilizarla. Y creo que a nivel narrativo y visual, Wyatt goza de buenos recursos y mucha pericia.

Y es que por mucho que se hayan esforzado en promocionar la película en base a sus efectos digitales (los mismos empleados para Avatar, Gollum y bla bla bla), estamos ante una película que no los emplea como un fin en sí mismo sino como un medio para desarrollar la historia que nos quiere contar.

La calidad de los mismos es, además, de notable. La expresividad de César y esa facilidad con la que logra transmitir sus emociones al espectador es, sin lugar a dudas, una de sus grandes bazas.

Independientemente de lo innecesarios que pudieran ser estos orígenes (atención a guiños tan ocurrentes como el de la Estatua de la Libertad), hay que reconocer que nos encontramos ante un entretenimiento bien facturado y con corazón, y en el que los efectos especiales son tan importantes como la historia, algo de lo que hoy en día poco cine comercial puede presumir.

‘El planeta de los simios’ fue una de las primeras películas de ciencia ficción que nos mostraba algo más que unos astronautas en un lejano planeta habitado por marcianitos con pistolas laser, todo un clásico del fantástico que por desgracia fue perdiendo fuerza con las numerosas secuelas de dudosa calidad. Este origen del que hablamos, es sin duda una de las mejores precuelas de los últimos años y cine en estado puro, entretenimiento y emociones por partes iguales, algo para estar agarrado a la butaca y pasarlo en grande vaya… algo por lo que merece pagar la exagerada cantidad de dinero que nos piden hoy en día por una entrada en este verano de superproducciones palomiteras.


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