martes, 15 de marzo de 2011

Japón, imán de explosiones y catástrofes. El verdadero negocio atómico (y televisivo)

Ya nadie se acuerda de los mineros chilenos, de los egipcios ni prácticamente de las revueltas de Libia. Ahora los intereses televisivos y mediáticos son otros, ahora hay cosas que es mejor que no se sepan. Ahora se vincula al terrorismo islámico con todo esto y no se le quiere dar tanto bombo al pueblo que dirige Gadafi. Hablando (no sólo en clase) con un amigo llegamos a una conclusión, bastante obvia pero importante: las dictaduras malas son sólo las que van en contra de los gobiernos occidentales. El resto no importan.

Ahora el tema central es Japón, el terremoto, el desastre natural. Querrán que creamos que no hay conciencia social, que nos vale con quedar informados, que así nos damos por satisfechos y culparnos de estar sedados. De ser unos paranóicos alarmados por creer que los medios tienen un poder que realmente no poseen. Buena estrategia para evadir responsabilidades, decir que toda una sociedad no pasa a la acción y sólo quiere lo inmediato. Que es la que que quiere la programación existente. Mentiras de la gente que pone el dinero y decide unilateralmente los contenidos.

Y siguiendo con el horror visible mundial, que ahora se acerca a Chile (donde tengo a otro amigo que me contaba que un pueblo ha sido borrado del mapa), sólo hay un coche en el mundo que funcione con energía atómica: el DeLorean que conducía Michael J. Fox en Regreso al Futuro. Al margen de las películas, la inmensa mayoría de los automóviles ruedan con gasoil o con gasolina. Por eso defender que la escalada en el precio del petróleo se arregla con más centrales nucleares es un argumento tramposo, por mucho que lo repitan aquellos pensadores independientes, como Felipe González o José María Aznar, que están a sueldo de compañías eléctricas con intereses atómicos, como Gas Natural o Endesa. El lobby nuclear español, siempre tan generoso con nuestros expresidentes, está estos días de luto. La pesadilla japonesa ha complicado una campaña cuyo objetivo no pasa por construir nuevas nucleares. El negocio que buscan es otro: seguir explotando los viejos reactores, ya amortizados, más allá de sus márgenes de seguridad; más allá de los 40 años para los que fueron diseñados.

Contra lo que algunos repiten, la moratoria nuclear que aprobó Felipe en 1984 ya no está vigente en España. Aquella ley tan rentable para las eléctricas –aún hoy seguimos pagando la moratoria en la factura de la luz– terminó en 1997. Cualquiera podría construir hoy una nuclear en España, si es que tuviese las ganas y el dinero. A pesar de esas infinitas ventajas económicas que nos venden sus defensores, nadie ha pedido permiso. ¿La razón? Que una nueva nuclear española sólo sería rentable si estuviese subvencionada. Y eso que esta energía, en su balance, no se hace cargo de todas las facturas. No pagan por su futuro: por los costes de la gestión milenaria de sus peligrosos residuos, que se quedan de herencia por los siglos de los siglos. Tampoco pagan por su presente: por esos riesgos tan evidentes hoy en Japón. ¿Serían rentables las nucleares si tuviesen que contratar un seguro que cubriese las terribles consecuencias de un posible accidente?

En cualquier caso, ánimo a Japón. La gente sólo recuerda que en 1707 hubo un terremoto similar, yo recuerdo que no hace tanto le cayeron dos bombas... atómicas...

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