domingo, 13 de marzo de 2011

Cisne Negro

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Cisne Negro empieza de forma prometedora, parece que nos va a contar algo nuevo y de forma distinta a la habitual. Pero se queda en eso, en un espejismo inicial. La película se desenvuelve en tonos oscuros de forma magistral y tiene un manejo de la banda sonora inusualmente bueno. Portman le demuestra una vez más al mundo su calidad interpretativa bordando un papel casi imposible de realizar. Sólo por ver sus dotes artísticas merece la pena ver Cisne Negro.

Llegados a este punto, la película empieza a cojear. Haciendo un excesivo abuso de los efectos sonoros y de los planos repentinos e inesperados (tratando de asustar y/o de meter dentro al espectador) el film buscará una rapidez trepidante en vano. Pecará de lenta y de rápida sin encontrar un ritmo apropiado en ningún momento y se quedará en tierra de nadie queriendo ser un drama con tintes de thriller. La actuación final logrará emocionar al espectador pero no le aportará el final apoteósico esperado, el director Darren Aronofsky falla en su ambición y crea demasiadas expectativas en una historia de fondo, por otro lado, ya muy vista y conocida: la mente y sus paranoias y obsesiones, la línea entre la cordura y la locura. La búsqueda de la perfección... Se me ocurre más de un film que aborde el tema muchísimo mejor.

Los efectos especiales son una delicia, una maravilla digna de aplaudir. Empleándolos en su justa medida y logrando gustar en tiempos de excesiva carga ficticia en el mundo del cine. El final se ve venir desde antes de media película y, aunque lo importante es el desarrollo, los entresijos de la misma son previsibles, los personajes son estereotipos clásicos. Las alucinaciones y el mundo paralelo de Cisne Negro no son suficientes para convertirla en una película sobresaliente, le cuesta llegar al notable. La belleza real de la cinta, y su grandeza, consiste en el mundo del ballet. Es el envoltorio lo que la hace atractiva, los bailes, los vestidos, los escenarios, el backstage del mundo danzarín. Darle luz a esa profesión tan especial es lo que le hace ganar enteros, pues la misma historia, sin esa superficialidad, no hubiera llegado nunca a donde ha llegado.

Ya en un plano más subjetivo, creo que no eran necesarias tantas escenas desagradables para contar la historia de Nina. Aunque para ser justos, también Tarantino las emplea en numerosas ocasiones gratuitamente y sin embargo ahí le aplaudo. A mi gusto en Cisne Negro sobraban algunas para el tema tratado y su contexto, pero eso ya va por barrios.

En conclusión: disfruten de Natalie, de la BSO, aparten la mirada si son aprensivos y asustadizos de vez en cuando, déjenla fija en la pantalla en el baile final, observen el contraste de colores tan rico y no esperen gran cosa, nada nuevo. Lo único verdaderamente original es la carcasa, la belleza del ballet. La dualidad, la fina barrera que los distingue y todos tenemos del bien y el mal le queda demasiado grande a 'Cisne Negro'. La metáfora del consumo espiritual que ejerce sobre nosotros el mal queda proyectada estéticamente de forma perfecta (una preciosidad) pero nada más.

No todos los directores de cine tienen que ser filósofos pero sí saber que no lo son.

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