París ha sido desde hace décadas uno de los templos de la cultura, donde las interacciones entre los grandes artistas, literatos, escultores, pintores, músicos o cineastas han dado las mejores obras de la Historia de la Humanidad. Por las calles de Montmartre han paseado los mayores genios de la pintura de finales del siglo XIX y principios del XX. Por las orillas del Sena se han inspirado los más grandes literatos mundiales para retratar una sociedad venida a formar la segunda “edad de oro” tras el Renacimiento, como afirma Allen en la propia película. Nuestro protagonista acaba inmerso en un universo donde Picasso, Buñuel (impecable la mención a El Ángel Exterminador), Hemingway, Matisse, Toulouse-Lautrec o Scott Fitzgerald le aconsejan sobre su propio destino, su novela y, sobre su vida. Paradójicamente, todas las opiniones de estos genios influirán sobre el futuro del personaje de Owen Wilson.
El espectador acaba totalmente hipnotizado por el tremendo encanto que posee una cinta que recupera la magia que su director nos trasladó en aquella La Rosa Púrpura del Cairo. Sin embargo, con la simpleza que le caracteriza, Woody Allen huye de recursos técnicos y se dedica a lo que mejor sabe hacer: contar historias. Y en esa historia, además de un gran Owen Wilson, encontramos a dos actores que realizan dos de los mejores papeles de sus carreras. En primer lugar, hablamos de Michael Sheen (El Desafío: Frost Contra Nixon) que teje en la cinta un personaje extremadamente “pedante”, como lo calificará la actriz revelación del metraje, Carla Bruni, esposa del presidente francés Nicolas Sarkozy. Sheen devora a sus acompañantes en todas las secuencias que protagoniza con un texto altivo y una barba prolongada que le da un aire distinto, alejado del rostro amable al que nos tiene acostumbrados. En segundo lugar, mencionamos a un excelso Adrien Brody. Su recreación del pintor catalán Salvador Dalí es sencillamente perfecta y bastará recordar su portentosa interpretación con una sola palabra: “rinoceronte”.
Hay que recomendar esta película a todos aquellos que quieren huir de su presente buscando una salida en un pasado idealizado. Todos desearíamos tener un sueño del estilo al que vive Owen Wilson en la medianoche parisina. Los mejores diálogos de Allen y una oda a la vida, al pasado y a lo mejor de lo que es capaz el ser humano son los puntos clave que se dan cita en esta película que hipnotiza desde el primer minuto por su sencillez y su calidad narrativa.
Todo aquel que componga, ya sean cuadros, partituras, juegos, historias, films... todo aquel que base su vida en la inspiración, en la creación: debe ver esta película, tan real como buena. Todo aquel que ame el cine de Woody debe acudir a su cita con el séptimo arte. La película es una explicación del arte y de la vida misma.
PD. La vi en castellano, pero tengo que verla en V.O.S. porque será todavía mejor.
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