lunes, 26 de septiembre de 2011

Cameron y Mitchell

Las primeras escenas en el piloto de Modern Family, la serie que arrasó en los Emmy, no hacían presagiar nada bueno. La hija adolescente pretende salir de casa con un vestido algo guarri y sus padres se lo impiden. Nada que no hayamos visto en el salón de los Huxtable, los Banks, los Winslow y los Tanner. Lo único que parecía añadirse a la fórmula era la técnica del falso documental, tan sobada tras "The Office"

Y, sin embargo, hay algo en la serie que hace que gradualmente vaya pasando de placer culpable a placer a secas, si bien uno del que no se presume. Es en gran parte culpa de Gloria, la bombástica Sofía Vergara, de la inutilidad de Phil Dunphy, ese padre-colega de sus hijos que interpreta Ty Burrell, y de la pareja gay adoptante que forman Cameron y Mitchell. La serie no intenta hacerlos especialmente virtuosos. Son padres tan reguleros como los otros y sus piques constantes llevaron a un comentarista de la radio públcia estadounidense a preguntarse si se quieren siquiera (pues claro).

En un capítulo, Cameron y Mitchell creen que entrarán en la guardería pija presumiendo de diferencia. De algo tiene que servir ser padres gays. Para nada. Les pasa por delante una pareja de lesbianas, una de ellas paralítica y afroamericana.

Ni ellos ni la serie podrían ser más mainstream, más Middle of the Road. Que alguien se lo comente por favor a Mariano Rajoy, si acaso por Twitter, que le gusta mucho. Porque el otro día en la Ser volvió a decir que, si gana, abolirá el matrimonio gay.

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